lunes, 16 de marzo de 2009

Sobre el Cuarto de Rescate Cajamarca Perú

A modo de epílogo


EL CUARTO DE RESCATE
Allí fue el sitio,
Atahualpa no conocía mercadotecnia ni sistemas financieros,
Pero su pueblo era feliz al menos salvo ciertos errores y excepciones,
No había pobres ni explotadores,
Un grano de maíz era frecuente entre los dientes,
Un trozo de pescado, una guayaba.
De metales preciosos se hacían se hacían cucharas de cocina,
Botones de camisa, peineras y sillones.
Hay que leer de nuevo a los cronistas.
Allí fue el sitio, sitiada Cajamarca
Se impuso la medida económica y los ojos abiertos,
De los conquistadores y los flacos bolsillos de Almagro,
La satisfacción de obra de Valverde y las ojeras
De Pizarro envuelto en vulgarísima hojalata.
Allí fue el sitio,
Hasta la altura de la mano levantada
Se llenó esta habitación tres veces de oro y plata
Según el informe oficial respectivo,
Pero se llenó miles de veces, es verdad,
Como ahora recoger un poco de sal sobre el mantel,
O recoger un poco de arena en el hueco de la mano,
O cortarle una hoja al aromado bosque de eucaliptos,
Claro que Atahualpa tubo que morir después de todo
Y los galeones cruzaron el mar con horario corrido
Sobre tiempo para marineros y salarios nocturnos,
Y se llevaron millones de desesperados
Por un arete de oro se ofrecía un título honorífico,
El alma se salvaba por cinco monedas de plata,
Los reyes ofrecían cocktails al tener noticias de América
Y todo se fundió en trozos, bloques y barras,
Matemáticamente medidos, pesados y valorizados,
Salvo error de omisión de un corsario al acecho
O un hueco en la proa o el hambre de los tiburones
Que confiaban en carne y hueso a los navegantes,
Cuando de habernos fundido
Habían empezado a roerse el alma unos a otros
Entonces no se habían inventado el interés al tanto por ciento
Wall Street era un barrio tranquilo de clase baja,
Los bancos suizos eran legendarios parques infantiles
Más bien Carlos Quinto era el propietario de todo
Atahualpa pasó al polvo y sin mucho trámite a la historia
Más tarde se iniciaría los cursillos de marco economía,
Los fabulosos préstamos internacionales
Los sótanos estomacales de los capitalistas,
Las conferencias superiores de inversión y crédito,
Y esta habitación de piedra
Se quedó vacía y silenciosa hasta que los turistas
Se acordaron
Y preguntan por la mano de Atahualpa que al levantarse
Por paradoja cayó desplomada,
Y que debe de volver a levantarse ya no por lo pasado
Sino para nuevas acciones.


Allí fue el sitio


Y allí, en la vereda, sin saberlo,
Ahora un indio pobre, flaco, con frío, desamparado,
Cuatro siglos después, de entre su poncho triste y deshilachado,
Levanta la mano - cual Atahualpa pero esta vez – para pedir limosna a los transeúntes.

Manuel Ibáñez Rosazza.

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