miércoles, 26 de marzo de 2008

ABOGADOS ¿SOLUCION O PROBLEMA?


Es difícil como estudiantes de derecho aceptar que la abogacía es la profesión que a través del tiempo ha ido ganando la peor fama del mundo, sin embargo es una realidad. Muchos consideramos que esta mala fama se debe fundamentalmente a que desde hace algún tiempo atrás los abogados perdieron o en todo caso olvidaron la finalidad primigenia de la abogacía, es decir, de utilizar los conocimientos jurídicos en servicio de la justicia, la sociedad y el interés común se ha pasado a convertir a la abogacía en una industria, dedicándose los abogados en primer lugar a saciar sus necesidades personales y familiares, importándoles poco o nada las aspiraciones y necesidades de sus patrocinados.
El presente escrito tiene como objetivo principal exhortar a la reflexión a los futuros defensores de la legalidad, recordarles que la abogacía es una profesión que debe estar siempre puesta al servicio del bien común, y que el aspecto patrimonial es accesorio. Los futuros abogados no estamos dispuestos a soportar más que se le impute una moral dudosa a una profesión que a lo largo de la historia ha contribuido exitosamente con el desarrollo de las sociedades y con el respeto a los derechos humanos. Este aire de renovación urgente se percibe con mayor auge en las aulas universitarias. Gracias a un factor importantísimo, reforma generacional o si se le quiere llamar hartazgo colectivo.
Es cierto, son innumerables los casos de corrupción en los que se han visto involucrados operadores del derecho y muchos abogados, desde sobornos con grandes cifras de dinero hasta sobornos con una bolsa de chifles. Pero es más importante tener en cuenta que existen abogados honorables y que no se puede ni debe generalizar, calificando a todos los abogados como “CORRUPTOS”. El ejemplo más ilustrativo es la inmolación de Papiniano, quien prefirió perder la vida antes que utilizar sus conocimientos jurídicos en defensa de Caracalla, quien obtuvo el poder para gobernar Roma mediante el asesinato de su hermano Geta. Papiniano se negó a defender al asesino, diciéndole: “Es más fácil cometer un delito, que justificarlo”, dicho esto Cracalla procedió a ordenar su ejecución.
La palabra abogado proviene del latín advocatus, que significa “el llamado”, siendo el abogado desde antaño aquel que está llamado a representar a otro, para asumir su defensa y velar por sus intereses. En ese sentido cuando un abogado decide asumir profesionalmente la representación de una determinada persona, tiene la obligación de realizar su labor con total diligencia y responsabilidad, empleando para tal fin sus conocimientos jurídicos enmarcados dentro de la legalidad vigente. El abogado debe constituirse entonces en el primer juez con quien se encuentra el cliente, puesto que este analizará si la pretensión requerida por su cliente se encuentra de acorde a derecho, pero desafortunadamente no es así, preocupado más bien por su interés patrimonial, termina llevando a los tribunales un caso al que sólo su ensayada razón le permite construir, dándole un grado artificial de verosimilitud.
Los abogados no son peores que los médicos, son iguales porque el abogado pudiendo solucionar el caso le da largas para sacarte más dinero y el médico pudiendo curarte te dice que necesitas una operación para sacarte un buen dinero; de esta manera refirió una ciudadana su descontento con la actividad jurídica. Que no nos extrañe si a los abogados se nos compara actualmente con arpías, ratas, ladrones con corbata o cualquier anomalía destinada a sacrificar su propia dignidad con el solo fin de alcanzar un desarrollo patrimonial. En tal sentido considero que la abogacía está hecha en la actualidad para gente con un amplio sentido de compostura. La labor de un abogado es igual o más importante que, por ejemplo, la que realiza un neurocirujano. Así como el neurocirujano debe tener sumo cuidado al operar el cerebro, el abogado se debe conducir con la misma atención al defender los intereses de su patrocinado; su negligencia no ocasionara la muerte de nadie, pero corre el riesgo de hacer perder la casa o la libertad de quien confió en él.
Como lo dijo alguna vez Juan Monroy Gálvez al consultársele acerca de la mala fama de los abogados, “Creo que en cada abogado habitan cuatro colegas perfectamente distintos. Por un lado está el abogado que creemos que somos; junto a él, reside el profesional que la comunidad cree que somos; pero, sin duda, también pernocta en nosotros el abogado que realmente somos; y, finalmente, consume los mismos alimentos, aunque probablemente sea mayor su cuota de angustia, el abogado que debemos ser. Lo real es que, actualmente, el abogado es para la sociedad peruana un profesional altamente inconfiable”.
Por lo descrito con anterioridad salta a la vista, que la mayoría de la población desaprueba la labor de los abogados, considerándola una actividad lucrativa y corrupta, en ese sentido cabe preguntarnos ¿los abogados y los operadores de derecho se corrompen solos?, la respuesta es muy simple NO. Es la gente la que acude muchas ocasiones hacia los abogados con una actitud corrompedora, convirtiéndose entonces en corrompedores en busca de un abogado u operador del derecho corrompible. Es urgente un cambio en la mentalidad de los abogados, es cierto, pero igual de urgente es un cambio de mentalidad de la población. Si la gente en vez de corromper estuviera dispuesta a denunciar a aquellos malos abogados, se facilitaría enormemente la tarea de erradicarlos. Es importante la colaboración de la sociedad para erradicar a los malos abogados, pero la tarea de fiscalizar y sancionar ejemplarmente es competencia del Consejo Nacional de la Magistratura, en el caso de los operadores del derecho y de los colegios de abogados. Cuestión aparte es preguntarnos si realizan eficientemente su labor.
Parece que no es que la sociedad sospeche infundadamente de la mala fama abogados, lo que ocurre más bien es que ha dejado interesarles lo que signifiquen para los demás. Y hacen poco o nada por cambiarlo. Los abogados se limitan a reír ante un “chiste de abogados”, que pone en tela de juicio su actividad profesional, con un murmullo y la cabeza admiten, a continuación, que no hacen nada para evitar que el “coleguita” siga haciendo de las suyas, quizá se deba a que la mayoría de los abogados incipientes u originarios, por llamarlos de alguna manera, ya aprendieron a convivir con esa mala fama y no quieren hacer nada por cambiarlo.



1 comentario:

  1. es bueno reflexionar, es bueno proponer, uno se pregunta ¿cómo implementar?
    cuesta trabajo convencer a los hombres, recordarles la ética, el respeto por los semejantes y por los sometidos a juicio

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